La pandemia nos obligó a cambiar. Muchos de los cambios que parecían circunstanciales, han llegado para quedarse. ¿Cuál será entonces el impacto que estas transformaciones tendrán sobre nuestro psiquismo? ¿Cómo afectan la salud y el equilibro deseable para nuestra experiencia laboral?
Como profesionales que actuamos sobre la dimensión humana en el mundo del trabajo y sus organizaciones, no podemos ignorar las transformaciones subjetivas que se producen como consecuencia de los cambios experimentados en la actividad productiva y de servicios
y en la actividad educativa. Es necesario reconocer que la pandemia dislocó estas dos actividades que funcionan como dispositivos productores de subjetividad. 1
Ambas, con su concomitante carga de obligaciones y mandatos, se desplazaron total o parcialmente, instalándose en nuestros “devices” digitales y tomaron progresivamente los espacios del hogar y las rutinas personales y familiares. Especialmente para todos aquellos
que debieron adoptar, por elección o imposición, la modalidad del trabajo remoto implementado en la mayoría de los casos sin mayor planificación previa, sobre la base de los medios digitales y las aplicaciones que lo hacen posible.
Como consecuencia de lo anterior dos dimensiones vitales resultan alteradas especialmente para este grupo de trabajadores, pero también, bajo otras formas, para los trabajadores presenciales: el tiempo, en términos de temporalidad, o sea, como vivencia personal, y el espacio, particularmente el espacio del hábitat personal.
Quiero abordar y compartir hoy una reflexión sobre un tiempo perdido como consecuencia de lo anterior: nuestro tiempo del traslado. Tomemos esta alteración sólo como un ejemplo de las profundas alteraciones del momento que vivimos y analicémosla con detenimiento.
Auto, tren, metro, bus; cualquiera fuera el medio y aun con las incomodidades propias de cada uno de ellos, casi nadie permanece inactivo en ese traslado. Música o podcasts en los headphones, diarios o libros en papel o tablets, diálogos por wathsapp, conversaciones en
los celulares, noticias en la radio, pensamientos varios y sin duda necesarios sin más interrupción que la atención al avance y la circulación ocupaban el tiempo del traslado. En el regreso, programas radiales, ediciones vespertinas de noticias, playlists específicas, wassapeos varios, se ocupaban de llenar ese tiempo que mediaba entre la suspensión (aunque no siempre absoluta) entre el tiempo del trabajo y el reencuentro con la vida no laboral, que porfiábamos en llamar vida personal como si nuestro trabajo no lo fuera.
Me pregunto cuántos de aquellos viajeros dedican hoy el mismo tiempo a esas escuchas, esos diálogos, esos pensamientos. ¿Cuántos estarán saltando del desayuno directamente al inicio de su jornada de trabajo? ¿Qué antesala precede el encuentro con sus amigos,
pareja, familia tras culminar la última reunión zoom, call o documento enviado adjunto? ¿Qué pausa y respiro se dan para reorientar su energía e interactuar con la familia, para atender el juego o la demanda de ayuda para completar la tarea escolar de sus hijos?
Para padres y madres con hijos en edad escolar, la temporalidad propia de la escolaridad ya no puede compartimentarse al modo tradicional. “Mañana llego más tarde porque hay reunión de padres y no puedo faltar”. Hoy la “clase” de los hijos es contemporánea a la
actividad laboral y, ocasionalmente, menos postergable, dada su inmediatez y proximidad. ¿Nos quita tiempo o nos da tiempo para atender un tema que siempre juzgamos necesario y valioso?
¿Qué está pasando entonces con eso que llamamos “el tiempo propio”? ¿Dónde ubicamos esos momentos en que nuestro pensamiento puede fluir libre de obligaciones, demandas y exigencias para vagar a su antojo? Un tiempo de descarga, de alivio. Tiempo que, vale recordarlo, suele ser el más propicio para la emergencia de las soluciones, de lo creativo, de lo impensado. Tiempo imprescindible y conveniente que, al momento que pretendamos programarlo, pierde su condición y riqueza y se convierte en una obligación adicional.
¿Será entonces el tiempo del traslado un tiempo ganado o perdido? ¿Ganado o perdido para quién? Sería conveniente que comencemos a repensar que ganancias y qué pérdidas experimentamos en estos nuevos tiempos a fin de hacer que nuestra actividad laboral sea una experiencia saludable y enriquecedora.
Continuará… con otras Alteraciones.
1 Siguiendo a Foucault, la Escuela y la Fábrica son dos de los dispositivos que instituyen subjetividad. Deberíamos considerar también ese otro dispositivo que hoy le disputa especialmente a la escuela su rol en la construcción de subjetividades: los medios en sus diversas manifestaciones analógicas y digitales. Si no lo incluimos en esta primera enumeración es porque entendemos que los mismos están ya instalados en nuestro cotidiano y no han sufrido una dislocación con motivo de la pandemia; antes bien han aumentado el espacio material y simbólico que ocupan en el día de todos nosotros.