Entre otras cosas, los líderes son reconocidos como tales por su autenticidad. Piénselo: ¿Ud. estaría dispuesto a seguir a alguien que le da indicios de no ser auténtico? ¿Comprometería su energía, su tiempo, su voluntad con alguien cuyos actos no condicen con su discurso, cuyos dichos se contradicen, cuya convicción vacila, cuyas propuestas no resultan creíbles ni tienen visos de realidad?
Para la Real Academia Española, auténtico es, en su acepción coloquial, alguien “consecuente consigo mismo, que se muestra tal y como es”. Hay en esta definición una referencia a la condición del ser, una condición ontológica de la autenticidad. Condición que nos remite a aquella afirmación de R. Greenleaf y sus seguidores acerca de que el liderazgo se basa en un estado del ser, no en el hacer.
Ambas definiciones, la de la autenticidad y la del liderazgo, son breves pero potentes. Tanto por sus implicancias como por las preguntas que dispara: ¿Puede un líder sostener su autenticidad en las cambiantes circunstancias en que se desenvuelve? Desde un punto de vista pragmático, ¿le conviene? Si la autenticidad es condición del liderazgo, ¿sostenerla a toda costa refuerza o arriesga la condición de líder? El ser consecuente, ¿amplía o limita los márgenes de acción?
Basados en nuestra experiencia de formación y capacitación de líderes podemos decir que un liderazgo sin autenticidad tiene corta vida y, más aún, efectos perniciosos para las personas y las organizaciones. Coincidiendo con Gofee y Jones (Managing Authenticity, HBR Dic. 2005), decimos que la falta de autenticidad en un líder, en cuanto es percibida por sus seguidores, hace que muden su lealtad en decepción, especulación y abandono. No hay alternativa entonces para un liderazgo que no esté basado en una expresión auténtica del ser.
Ahora bien, ¿es el ser algo dado y definitivo? Nuestra respuesta es no. El ser auténtico es un ser abierto. Un ser dispuesto a revisar las propias raíces, a resignificar la propia historia; abierto y sensible a lo que proyecta sobre su entorno y lo que éste le devuelve; atrevido para explorar caminos alternativos y humilde para juzgar la realidad en la que le toca o elije actuar.
¿Será entonces que formar líderes consiste en desarrollar seres auténticos? Sin duda. Un líder es un ser auténtico. Pero no cualquier ser.
Continuará…